17 octubre 2009

Impulsos

Como en otras tantas noches
en las que la soledad
es la única que me acompaña
mi cuerpo
es empujado por una fuerza
que no logro reconocer
hacia la hermética ventana.
A través de sus
empañados cristales
mi mirada
se adentra en un paraíso
pintado de tales colores
que ningún pincel
jamás ha conocido.

Y sólo,
sólo me destierran
de esa paleta de colores
unos pequeños destellos,
pequeños reflejos de existencia,
haciendo que mis ojos se posen,
como en otras ocasiones,
sobre la silueta de unos zapatos
depositados en el gélido pavimento
que parecen estar esperando
a que alguien
advierta su presencia,
esperando a ser calzados.
Esperando

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