30 noviembre 2009

Amontillado

Adentrémonos sin temor
en el templo de Dionisio.
Dejemos que caiga
el velo que nos cubre
como al mejor de los finos,
oxidándonos con el aire que nos rodea,
adquiriendo los aromas propios
de una lenta y larga crianza.
Dejemos que nuestras venas
se tiñan de color ámbar
regando nuestras bocas
de sapientes palabras.
Y obtengamos como resultado
el más excelso y complejo
Amontillado

1 comentario:

Ramón dijo...

Qué gracia me ha hecho, puñetera. Me siento un poco corresponsable de este poema, con tu permiso. Y me gusta mucho, enhorabuena.

Nada, cualquier día de estos hacemos una minicata ¿vale?